Os invitamos a leer este artículo escrito por una amiga de COAM con motivo de la interpretación de «Tres piezas de la lista de Schindler.»
Oskar Schindler, un nazi en un campo de concentración
En 1943 Oskar Schindler, empresario y miembro de los servicios secretos del ejército alemán desde antes de la Segunda Guerra Mundial, concibió un plan para hacer funcionar cerca de Cracovia una fábrica de herramientas y menaje con mano de obra esclava, mil trabajadores judíos del campo de concentración de Plaszow. En poco tiempo los trabajadores tuvieron claro que la única finalidad de la fábrica era mantenerlos vivos.
Sonrisas y diamantes para las SS
Con sonrisas, chistes y diamantes Schindler pagaba a los funcionarios de las SS por tener a salvo a sus obreros, evitar que dispararan contra ellos por pura maldad y sostener la ficción de que la fábrica funcionaba. Entre tanto, compraba herramientas en el mercado negro y las ofrecía como producción propia.
Perder una fortuna y salvar la dignidad
De este modo, aquel hombre que había asumido los principios aberrantes de la desigualdad de los seres humanos y la anulación de los límites morales del comportamiento social, que intercambiaba conversaciones y bromas con los verdugos de las SS, un empresario enriquecido con la explotación humana, burló sin embargo a los nazis y perdió toda su fortuna para salvar a 1.200 de sus víctimas.
Una lista para eludir la “solución final”
Haciendo un doble juego, transmitió a los agentes judíos en Budapest información sobre los deportados y su destino, y su lista de trabajadores destinados bajo su control a Brünnlitz, cuando los rusos avanzaban y la “solución final” se aceleraba, rescató de la muerte a más de un millar de condenados. La incompetencia y necedad de la maquinaria nazi, aparentemente perfecta, hizo posible esta grieta en su capacidad para destruir.
¿Por qué hablamos de Schindler?
¿Qué puede justificar tal cambio de actitud? El propio Schindler, proclamado Justo entre las Naciones por el Estado de Israel, en cuyo suelo fue enterrado, lo explicó así: la ocupación de Polonia, que supuso “ver el horror emergiendo gradualmente de muchas formas evidentes”, volvió inasumible para él su depravación infrahumana.
Keneally contó en 1982 la historia que Spielberg filmó en 1993
Desde que Steven Spielberg leyó la historia publicada por el australiano T. Keneally (1982) como El arca de Schindler, hasta que la convirtió en unas de las películas más aclamadas de la historia del cine (Universal Pictures, 1993), transcurrieron diez años.
Troppo vero…
Dos de los problemas que encontraba para embarcarse en el proyecto eran contradictorios: la documentación que respaldaba la historia era excesivamente densa y, paradójicamente, parecía imposible que el público creyera en su carácter documental (recordemos que Spielberg era también autor de ET y estaba rodando Parque Jurásico). Posteriormente el director judío diría: “Decidí hacer esta película porque nunca en mi vida había contado la verdad en una película [… y] pensé: si iba a contar la verdad por primera vez, debería ser sobre este tema” (1995).
Y John Williams la cantó
No es extraño que a John Williams le sobrecogiera el encargo de componer un fondo musical para semejante tragedia. La banda sonora fue dedicada en 1993 al violinista judío norteamericano Itzhak Perlman, que la interpretó en Boston para la película bajo la dirección del propio Williams. Se estructura en 14 números a partir de tres piezas esenciales: Schindler’s List, Jewish Town y Remembrances. Sobre una orquestación relativamente sencilla, el violín alcanza todos los registros, desde el lamento y el espanto, al recuerdo de momentos felices y la evocación de aires tradicionales hebreos.
La tensión emocional durante el rodaje fue tal, que otro Williams, Robin, llamaba a diario a Spielberg y no colgaba el teléfono hasta arrancarle una carcajada.
Quizá la mejor banda sonora de la historia
A los cinco Oscars y diversos premios de este genio de la música cinematográfica, autor de las bandas sonoras de Harry Potter, La guerra de las galaxias, E.T. o Parque Jurásico, hay que añadir que la de La lista de Schindler ha sido elegida en 2020 por la británica Classic FM como mejor banda sonora de la historia. Quizá por su capacidad para recordarnos el viejo aforismo hebreo:
«El que salva a una sola alma, salva al mundo entero»
Mishná 4:5
N. Silva, junio 2020.
Para terminar, os sugerimos escuchar las tres piezas de la Lista de Schindler de John Williams interpretadas por Juan Muñoz.
Pingback: Resumen del Primer concierto COAM - Orquesta COAM
Los comentarios están cerrados.